martes, 6 de mayo de 2014

''Pregoneros'', por Juan Antonio Carrasco

A toro pasado, o a Cristo Resucitado… ¿Habrán temas que ya pertenecerán a los archivos personales de cada uno, y al general de todos, en cuanto a Cuaresma y Semana Santa se refiere?

Miles. Pero me voy a atrever con uno al que no se le hace mención más que de soslayo una vez que pasa el domingo grande de Pasión: el pregón. O los pregones. Porque en La Isla, durante el tiempo cuaresmal, tenemos varios: el de Semana Santa, el del cargador, el de la juventud cofrade, la exaltación de la Mantilla… Cada uno con su propia idiosincrasia. Cada uno con su propia función. Cada uno con su dificultad. Cada uno requiere de quien conozca a qué se dedican. Cada uno necesita un vocero que quite el sombrero, que llegue al alma, que rompa algún esquema, que innove o que mantenga la tradición. Pero todos requieren de tres partes por igual: pregonero, público y sentimiento.

Aunque no se le de mayor importancia a los “pregones menores” (permitid que así  denomine al que no es el oficial de la Semana Santa), porque se consideren actos más particulares o más centrados en alguna agrupación dentro del mundo cofrade (cargadores, juventud…), no es menos cierto que su dificultad sigue siendo mayúscula. Porque es sencillo apocar a quien pregona. 

Sí, sí… Es facilísimo. Y en su misión dentro de la principal, que es darle voz a lo que se exalta, entra en darle también emoción, estremecimiento, fuerza para que las palabras no sean sonidos que oímos con alguna rima o con algún detalle sonoro que, en alguna ocasión, nos provoque sobresalto en nuestra silla.

¡Qué admiración! Qué envidia de la capacidad de solventar la situación, de hilar momentos, de tejer esa toca de sobremanto que reúna la admiración y logre que no se pierda detalle de cada trazado hecho verbo. Quien pregona tiene la facultad de conjugar en una perfecta simbiosis letras y voz… No le bajéis el telón, dejad que de su garganta y su corazón fluya la vida en las palabras de un trabajo hecho con fervor.

¡Qué celos de oír auténticas nanas al Señor en una cruz dormido! ¡Qué embelesamiento cuando dicen que Cristo abraza su cruz, como si ese abrazo fuera el alivio siendo, como es, el tormento! ¡Qué satisfacción oírlo nombrar a tu Virgen, a tu Cristo, a las fuentes de tu devoción! ¡Qué honor saberte su amigo y conocer de primera mano que lo que dice está escrito con pasión!

¿Quién exalta al pregonero? ¿Porqué no? ¿No se merece el dorador de palabras, el tallista del verso, el orfebre del texto, palabras de admiración? Pero que no se queden en el aire, que en el aire las palabras son lo que son y el viento es antojadizo y lo mismo se las lleva y las que se llevé se llevó.

De sus hojas en blanco, ya sea en papel o en la pantalla de un ordenador, deben salir las pinceladas de cuadros que son colección, las puntadas laboriosas de un manto de oración, las flores preciosas que le den fragancia a las letras que adornen el paso de su proclamación.
 
 No se pueden quedar en el olvido las palabras que se buscan con tanto amor. No puede quedarse un pregón en noticias de un día, de dos o de tres… 

El pregón de la juventud cofrade es la esencia misma de esa semilla. El pregón de cargador no es vanidad, es el reconocimiento al trabajo del sudor que nos emociona bajo las andas. La exaltación a la mantilla es la tradición. El pregón de la Semana Santa es, sin duda, la Semana de Pasión.

¡Que no! ¡Que no se puede quedar en el vacío de los recuerdos un pregón! Como no se queda en ese espacio muerto ni las fotografías, ni los videos, ni los itinerarios que se hacen de esa Semana Mayor. Que todo forma parte de lo mismo y las palabras del portavoz son la esencia de aquello que se anhela ver cada año en sólo siete días.

Después el pregón de las Glorias, que es la Gloria de cualquier pregón. ¿Quién no mira al techo de un palio y ve con admiración el reflejo de donde procede una advocación? Salus Infirmorum, Trinidad de un solo Dios, Esperanza nuestra, Auxiliadora de nuestros pecados…¡La Gloria! Ahí nace el otro pregón. 

El pregón donde no hay cruz para la muerte, sino de la salvación; donde María no llora, sino que lleva al Niño Dios. El pregón de la Señora del Rocío, de la Pastora o de los Ángeles… Un pregón para el padre del Niño que cada primero de mayo y cada festividad del Cuerpo de Dios, sale con Su Hijo en hombros por las calles de esta Isla de León.

¿Y te vas a olvidar del pregón? Un pregón no son palabras, un pregón es devoción, como la misma que nos remueve cada año cuando desde las puertas de La Salle esperamos la llegada del Domingo de Ramos.