sábado, 29 de marzo de 2014

''Nana de la Pasión'', por Juan Antonio Carrasco

Si existe algo imposible de expresar es el sentimiento, la emoción, aquello que pertenece a nuestra alma, porque en el alma está lo imposible.
Fotografía de José M. Martín. Familia Cruz Valero

Lo imposible no está al alcance de lo humano, pero sí se puede alcanzar si dejamos que sea nuestro ser elemental -nuestro espíritu, lo que somos en la esencia- quien lo exprese.

Sólo quien sienta como cofrade, viva como cofrade y sueña como cofrade puede comprender lo que representa mi escrito. Lo publiqué en mi blog personal, pero... ¿Porqué no compartir los sentimientos? 

Gracias a PASIÓN EN LA ISLA por dejarme ser vocero de mis emociones.

"NANA DE LA PASIÓN"

Duerme tranquilo en un carro, arrullado por sábanas de un cielo blanco. Entre los algodones de su trono niquelado, suspira levemente, sonríe de soslayo, y su dedo pulgar asoma entre sus labios encarnados.

Su corazón palpita acompasado: -"¡Pom pom pom pompom! ¡Pom pom pom pompom!"-. Y el aire de sus pulmones sale racheado, al ritmo de un tambor en su pecho amarrado.

Duerme tranquilo endiosado, no le pesa este mundo pesado, no tiene mayor pena que la de no ser acunado. Acunado se calma, y la calma se tensa si en su trono niquelado no hay mecío aliviado.

Sus ojos despiertan ante un sol de abril floreado; floreado de fragancias, de aromas, de calles perfumadas por flores de hojas blancas y caliz dorado que rocía entre vientos un vino de olor endulzado.

Duerme tranquilo, acostado entre paredes albas que lo tienen amurallado; pelea con sus pies descalzos, empujando el faldón blanco que cubre su cuerpo rosado.

En su cielo encalado -blanco inmaculado-, entre algodones jugando, se palpa en su pecho el fervor paterno inculcado: una medalla de fulgor plateado.

Duerme tranquilo, acurrucado entre  cuentas de un rosario que son las letras de su nombre bordado; cada hilado una oración, cada puntada un canto, cada fruncido un "Dios te salve" que su madre le hizo soñando.

Y una voz suena a saeta y otra a tambor replicando; y entre maderas y salmos, con un mecío acompasado, el ángel cierra los ojos con sus manos posando sobre aquella medalla que su padre le había regalado.

"Duermete mi niño, descansa mi angelito, que ni cornetas ni voces de un capataz por sus hombres consentido, turben tus sueños benditos.

Duermete mi vida, entre olores a nardos, claveles e incienso y agarra la medalla que tu padre te ha impuesto; que en tus sueños tiene los suyos de cofrade puestos.

Duermete mi cielo, que en el devenir del tiempo, en tus profundos recuerdos, no te serán extraños estos poemas de percusión y viento, acompañados de perfumes que huelen a sentimientos."