Si existe algo imposible de expresar es el sentimiento, la emoción,
aquello que pertenece a nuestra alma, porque en el alma está lo
imposible.
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Fotografía de José M. Martín. Familia Cruz Valero |
Lo imposible no está al alcance de
lo humano, pero sí se puede alcanzar si dejamos que sea nuestro ser
elemental -nuestro espíritu, lo que somos en la esencia- quien lo
exprese.
Sólo quien sienta como cofrade, viva
como cofrade y sueña como cofrade puede comprender lo que representa mi
escrito. Lo publiqué en mi blog personal, pero... ¿Porqué no compartir
los sentimientos?
Gracias a PASIÓN EN LA ISLA por dejarme ser vocero de mis emociones.
"NANA DE LA PASIÓN"
Duerme
tranquilo en un carro, arrullado por sábanas de un cielo blanco. Entre
los algodones de su trono niquelado, suspira levemente, sonríe de
soslayo, y su dedo pulgar asoma entre sus labios encarnados.
Su
corazón palpita acompasado: -"¡Pom pom pom pompom! ¡Pom pom pom
pompom!"-. Y el aire de sus pulmones sale racheado, al ritmo de un
tambor en su pecho amarrado.
Duerme
tranquilo endiosado, no le pesa este mundo pesado, no tiene mayor pena
que la de no ser acunado. Acunado se calma, y la calma se tensa si en su
trono niquelado no hay mecío aliviado.
Sus
ojos despiertan ante un sol de abril floreado; floreado de fragancias,
de aromas, de calles perfumadas por flores de hojas blancas y caliz
dorado que rocía entre vientos un vino de olor endulzado.
Duerme
tranquilo, acostado entre paredes albas que lo tienen amurallado; pelea
con sus pies descalzos, empujando el faldón blanco que cubre su cuerpo
rosado.
En
su cielo encalado -blanco inmaculado-, entre algodones jugando, se
palpa en su pecho el fervor paterno inculcado: una medalla de fulgor
plateado.
Duerme
tranquilo, acurrucado entre cuentas de un rosario que son las letras
de su nombre bordado; cada hilado una oración, cada puntada un canto,
cada fruncido un "Dios te salve" que su madre le hizo soñando.
Y una voz suena a saeta y otra a tambor replicando; y entre maderas y salmos, con un mecío acompasado, el ángel cierra los ojos con sus manos posando sobre aquella medalla que su padre le había regalado.
"Duermete
mi niño, descansa mi angelito, que ni cornetas ni voces de un capataz
por sus hombres consentido, turben tus sueños benditos.
Duermete
mi vida, entre olores a nardos, claveles e incienso y agarra la medalla
que tu padre te ha impuesto; que en tus sueños tiene los suyos de
cofrade puestos.
Duermete
mi cielo, que en el devenir del tiempo, en tus profundos recuerdos, no
te serán extraños estos poemas de percusión y viento, acompañados de
perfumes que huelen a sentimientos."